Hace 65 millones de años, un animal poco menos de 30 centímetros, en los bosques asiáticos conocido como Hyracotherium o Eohippus (llamado caballo de la aurora), era un cuadrúpedo que tenía un aspecto de roedor. Poseía un casco, que más se parecía a una garra pequeña; milenios después este ser, se convertiría en el caballo de la actualidad. Los restos de sus antepasados fueron hallados en Francia, Inglaterra y en algunas partes de los Estados Unidos. Pero aun así extinguiéndose en Europa, sobrevivieron con las misteriosas corrientes migratorias hacia América.
El Inca Garcilaso de la Vega, nombra en su libro Los Comentarios Reales de los Incas, que “el linaje de caballos de todos los reinos y de las indias, descubiertas por los españoles después de 1492 hasta el presente son de razas de las yeguas y caballos de España, particularmente de Andalucía. Hay que recordar que en Andalucía fue sede principal de la dominación mora, hizo de esa región el centro de la crianza y multiplicación del caballo de origen Berebere”.
¿Y cómo así llego el caballo en la época de la conquista en nuestro país? Según la historia, un ejército de 160 hombres a manos de Francisco Pizarro, quien capturó al inca Atahualpa en noviembre de 1532, trajo consigo a 62 caballos, quienes fueron los originarios fundadores de la especie en nuestro país; junto a estos ejemplares se le sumaron 84 caballos que trajo Diego de Almagro luego de la prisión inca.
Recordando un hecho en el cual, Hernando de Soto, fue a entrevistar a Atahualpa en las afueras de la ciudad de Cajamarca, donde hizo gala de sus excepcionales habilidades como jinete. Se afirma que el inca Atahualpa ordenó ejecutar a aquellos que retrocedieron ante la embestida. Este hecho demostró agilidad y energía del corcel, dominio del jinete y el miedo que el extraño animal provocó a los aborígenes. Como consecuencia entre los años 1536 y 1537, en el cerco de la ciudad del Cusco, llegaron centenares de caballos; estos fueron decisivos para el dominio del Tahuantinsuyo y el enfrentamiento de la resistencia indígena.
Los caballos que se difundieron por el continente se adecuaron a las diferentes condiciones geográficas y climas. Admirable manera en que los caballos peruanos de paso han vencido estos desafíos geográficos, como el de los arenales de la costa, el abrupto terreno de los valles e incluso las alturas. Estos afectaron en las transformaciones genéticas de los caballos andaluces, ya que los cruces se manejaron por disposiciones reales durante más de cuatro siglos.